MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO, EL ABANDERADO DE LA PATRIA
Numen de Mayo.
Estadista y Paradigma del Funcionario Público. Fundador de las Academias de Náutica, Dibujo y Matemáticas. Pionero de la Educación Pública.
Promotor del Rol Social de la Mujer.
Fomentó la Agricultura, animó la Industria y protegió el Comercio. Economista político, Periodista, Ecologista y Abogado. Protector de los Pueblos Originarios y Primer Constitucionalista. Prócer de la Independencia Hispanoamericana. Precursor del Panamericanismo.
Creador de la Bandera Nacional.
Abanderado de la Patria.

Breve Presentación

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, nació en el año 1770 en Buenos Aires.


El padre de Manuel Belgrano se llamaba Domingo y había nacido en Italia. Fue uno de los tan- tos comerciantes extranjeros que se instalaron en la ciudad de Buenos Aires desde mediados del siglo XVIII. Don Domingo Belgrano se casó con una mujer criolla, doña María Josefa González Casero y tuvieron trece hijos, cinco mujeres y ocho varones.

Manuel Belgrano nació el 3 de junio de 1770 en la casa en la que vivía su familia, que quedaba muy cerca de la Iglesia de Santo Domingo, fue el cuarto hijo del matrimonio.

La Iglesia de Santo Domingo se conserva hasta la actualidad, donde en su exterior se halla el mausoleo con sus restos. Está ubicada en la esquina de las calles Defensa y Belgrano, en el barrio de Montserrat, en la actual ciudad de Buenos Aires.


Manuel Belgrano y la Masoneria.

Manuel Belgrano fue iniciado en la "Logia Independencia" a fines de siglo XVIII en Buenos Aires.

Como derivación de la "Logia Independencia", Belgrano integró la "Sociedad de los Siete", número de pertenencia claramente masónico, fundada por Juan José Castelli, miembro y Venerable Maestro de la "Logia Independencia". El grupo se reunió con la máxima discreción desde 1801 en la Jabonería de Vieytes y en el domicilio particular de Rodríguez Peña. Las acciones de la "Sociedad de los Siete" alcanzaron sus objetivos el 25 de mayo de 1810. Varios de sus integrantes pasaron a ocupar los principales cargos en la Primera Junta de Gobierno Patrio.

También con la denominación de "Logia Independencia", funcionó hacia 1810 una continuadora de la anterior, presidida por Julián Álvarez. Esa dependencia masónica colaboró muy activamente en la constitución de la "Logia Lautaro".

Algunas fuentes historiográficas señalan que posteriormente Manuel Belgrano fue Venerable Maestro (Presidente) de la "Logia Argentina" en Tucumán cuando comandó el Ejército del Norte y otras indican que esa logia también contó con la participación de José de San Martín. Esa unidad masónica se denominó después "Logia Unidad Argentina" y trabajó en San Miguel de Tucumán.

Un poco de Historia


La historia oficial registra siempre para los tiempos y los hombres venideros, los hechos de una manera “objetiva” y horizontal, ya fueran en su contexto amplio, ya en lo particular de cada protagonista, pero siempre desde un dudoso punto de vista “equidistante”. Es decir, quedan ocultos para el conocimiento general innúmeros sucesos y personajes cuya actuación si bien protagónica tal vez, no siempre fue favorable a los superiores intereses de la Patria. Por el contrario, a la sombra de esos mismos acontecimientos, en realidad buscaron solamente la satisfacción de sus propios intereses personales y/o sectoriales; y tantas son las veces que permanecen agazapados en la ignorancia del común como tantas otras resultan claves para la comprensión de determinados procesos, generalmente emparentados con el fracaso nacional.

Una explicación puede encontrarse en los parámetros utilizados para configurar una historia de bronce y mármol apropiada para el objetivo político que significaba plasmar en los programas educativos una cosmogonía de héroes prístinos que impresionara el carácter de los miles de educandos, hijos de la inmigración que se incorporaban a la alfabetización argentina. Era necesario mostrar un país sólido, con grandes prohombres, prototipos inmarcesibles e irreprochables, con cuya admiración se buscaba consolidar ese sentido de pertenencia y permanencia.

Otra explicación puede ensayarse desde el color –y el calor- político de quien abordara la tarea historiográfica, sus sentimientos y sus intereses. Particularmente éstos últimos que cuando estuvieron comprometidos, más si eran económicos, lo fueron con una filiación anglosajona para la cual era inconveniente mostrar “el lado oscuro” de una historia como la de la República Argentina que rebosa de ejemplos admirables de heroísmo y desprendimiento, dignos de exaltar en tan oportuna hora como la actual.

De esta suerte, aquellos en quienes recayó la tarea egregia de conducir los destinos políticos y sobre todo militares de la contienda independentista se vieron en repetidas oportunidades ubicados entre dos fuegos: aquel que provenía del frente invasor, y aquél cuya herida provocaba más dolor, el de los propios hermanos.

El caso del General Dr. Manuel  Belgrano es uno de estos ponderables ejemplos. Es el hombre que a despecho de su condición familiar e intelectual, aparta la posibilidad del enriquecimiento lícito y el reconocimiento social, para embarcarse en el afán de la guerra por la Independencia del suelo patrio.

Así lo hizo porque, como sus pares, comprendió el sentido profundo del vocablo “Patria”, heredad del concepto romano que lo define como “la tierra de los padres”, que se convierte en patrimonio propio, y todavía de los hijos, y por el cual vale todo empeño en su defensa.

De esta suerte, al abogado, al periodista, al funcionario real, al posible comerciante le siguió el militar, sin saber seguramente que detrás de la empuñadura del sable esperaba un destino de grandeza y el agradecimiento “ad eternum” de las generaciones posteriores.

Pero no todos comprendían a la Patria de este modo. Para muchos, la lucha que se avecinaba y en la que se comprometieron contemplaba otras finalidades, algunas estrictamente políticas, otras solamente económicas, pero todas espurias como sus espíritus.  Y aunque vistieran la misma casaca con sus actitudes mancillaron el ideario de Mayo.

Y el General debió atender dos frentes, aquel sobre el cual avanzaban las bayonetas españolas, y el que se abrigaba cómodo en los propios despachos porteños, cumpliendo las órdenes del Foreing Office británico, retaceando pertrechos y elaborando documentos absurdos que entorpecían con su burocracia de levita el avance sobre el escabroso terreno norteño, incrementando el riesgo no sólo de perder la vida ante la falta de elementos, sino lo que es más grave, exponiendo al país incipiente al riesgo de que la otrora colonia española solamente cambiara de amo.


Los Generales de la Patria no sólo tuvieron que enfrentar al enemigo en el frente de batalla. También hubieron de librar sordos combates dentro del propio entorno del gobierno porteño, éste sí constituido por elementos afiliados a logias que buscaban favorecer los intereses de sus “hermanos mayores” que dictaban órdenes desde Inglaterra, como  todavía vérselas con aquellos que por pequeños intereses humanos con su accionar conspiraban contra el principio superior de librar a la América de invasores externos.

Debe pensarse de qué manera debían aquellos apelar a la prudencia para no caer en engaños y librarse de traiciones. Como fuera, de uno u otro modo estas situaciones no hacían sino entorpecer la mente del comandante en momentos en que era necesario contar con la mayor tranquilidad y confianza posible.

La historia no relata cómo fueron aquellos primeros momentos cuando desde la “jabonería de Vieytes” aquél grupo de hombres de distinta extracción, formación y hasta nacionalidad pensaba en la Patria posible.

La mayoría de estos hombres que propulsaron e hicieron la libertad de America, tuvieron un enemigo común, parte De la Iglesia católica, la mayoría habian ingresado en la masonería, dentro de esta habían organizado logias operativas ( periódicas en el tiempo y con un fin determinado), pero su finalidad teleológica era derribar todo absolutismo y en su concepto, la libertad valía cualquier penuria. Tantos como Belgrano, San Martin, y otros, fueron acusados en más de una oportunidad de anticatólicos, solo como un ataque dogmático y no perdonable de la Iglesia en la razón que no existe dentro de la masonería un sentimiento anticatolico, sino donde impera la tolerancia a todos los cultos, principio que Iglesia, a pesar de contar en secreto frailes, obispos y hasta se dice que tres Papas aun no le perdona su tolerancia. En todo caso y cuando en esa época, si fue necesario que esos precursores de la libertad, fueron anticlericales, que por la participación de gran parte d la Iglesia, a favor o como espía de los comandantes españoles, que es cosa bien distinta las razones fueron bien fundadas.

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