José Roque Pérez

El fundador en 1857 de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones fue un destacado hombre público que no dudó en entregar su vida por la fiebre amarilla durante la epidemia de 1871.

Nacido en Córdoba el 15 de agosto de 1815, se graduó en Derecho en 1836. Sucesivamente se desempeñó como Defensor de Pobres en lo Civil y Censor en la Academia de Jurisprudencia hasta queJuan Manuel de Rosas dispuso su traslado al servicio de las armas bajo acusación de contar con vinculaciones políticas incompatibles con el gobierno. El Ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Arana, lo designó entonces oficial de ese ministerio. Después de Caseros, pasó a ocupar el cargo de Censor 1° de la Academia, ascendido de inmediato a Oficial Mayor.

En 1852, Vicente Fidel López lo nombró Canciller, pero como simpatizante de Urquiza se exilió en Montevideo durante un mes.
El doctor José Roque Pérez se especializó en Derecho Penal. Fue Juez de primera instancia en lo criminal, profesor de Derecho Natural y de Gentes (UBA) y redactor del Código Penal.

El 11 de diciembre de 1857 fundó la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones con la unión de las logias de Buenos Aires y del Interior, fue elegido Gran Maestre [] en dos oportunidades (1857/61, y 1864/67). Más tarde, también fundó el Supremo Consejo del Grado 33° para la República Argentina del que fue su primer Gran Comendador.
En el ámbito público, José Roque Pérez fue convencional a la Asamblea Constituyente para reformar la Constitución (1860); seis años después integró el Consejo de Instrucción Pública. Fue también director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, presidente de la Municipalidad de Buenos Aires y en1870 asumió la dirección de la Academia de Jurisprudencia.
En 1871 se desató una epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires. Numerosos habitantes se trasladaron hacia el norte de la ciudad, pero Roque Pérez decidió quedarse en el sur para colaborar con las personas de menores recursos imposibilitadas de mudarse a lugares de riesgo más acotado. Fue electo presidente de la Comisión Popular encargada de ayudar a la normalización de la situación.
a ciudad de Buenos Aires comienza a ser sacudida por un terrible flagelo: la fiebre amarilla. Las riberas del Riachuelo estaban atestadas de saladeros, las aguas detenidas muchas veces por la sudestada no descargaban en el río. Un ambiente malsano envolvía la ciudad. Las primeras napas no descendían y los pozos ciegos contaminaban el agua. Sólo las familias pudientes disponían de aljibes donde se juntaba el agua de lluvia. Carecía la ciudad de toda obra sanitaria. El verano había sido implacable y los aguateros que traían sin filtrar el agua del río no daban abasto.

Comienzan a reproducirse los casos de fiebre amarilla. los recursos modestos del gobierno de Sarmiento son insuficientes. Las familias de más recursos abandonan la ciudad y se van a las quintas y chacras vecinas y a las estancias. El cordón sanitario ya no era posible, había que combatir el mal que ya no hacía distinciones entre humildes y ricos. Cada mil habitantes, 106 morían por la fiebre. El cementerio del norte debió cerrarse.

El diario de Mitre y el de Varela incitan a que se tome una determinación y convocan al pueblo a una asamblea popular que se realiza el 13 de marzo de 1871 con la presencia de ocho mil personas. Héctor F. Varela pronuncia el nombre de Roque Pérez que es aclamado por el pueblo.

Su familia quiere quedarse con el pero José Roque Pérez los convence de irse a la estancia San José. Solo permanecen en Buenos Aires sus dos hijos mayores. Como sabe que va a jugarse entero, se encierra en su escritorio y redacta su testamento.
Las víctimas de la fiebre llegaron a ser 200 por día. Fuera de las casas, los ataúdes se apilaban hasta de a tres. Fue necesario tender una vía férrea provisoria para sacar rápidamente los cadáveres que eran un peligro de contaminación.

José Roque Pérez se reúne con sus amigos Varela y Carlos Guido Spano y les lee su testamento. Varela protesta por ese presagio y dice: Somos muchos los de la Comisión Popular. Usted debe ser el último en caer. Pero no iba a ser así.

En la noche del 20 de marzo se produce un hecho que la historia recoge y que Blanes, célebre pintor uruguayo interpreta. Un urgente llamado de la comisión hace que Roque Pérez y Argerich se dirijan presurosos a un conventillo de la calle Balcarce. Al entrar en un cuarto encontraron una escena tétrica. En un catre tijera yace un hombre muerto y en el suelo, en los estertores de la agonía, se revuelve una madre joven, a cuyo pecho descubierto se aproxima su hijito acuciado por el hambre. Roque Pérez estrecha contra su pecho al pequeño y corre a depositarlo en la casa de Espósitos y vuelve al lugar de la tragedia. Allí se contagia y cae enfermo.
Falleció a las 7 y 30 horas del 26 de marzo de 1871. La noticia de su muerte corrió por toda la ciudad pero ésta estaba disgregada. Recién el 28 de marzo se publica su muerte en la primera plana del diario La Nación de Bartolomé Mitre.

En su sepelio, el doctor Luis F. Varela en representación de Sarmiento, en su carácter de presidente de la Nación, dijo: "Que los que mueren dándonos ejemplo no es sepulcro el sepulcro, sino templo".

Pocos años después, acallado el dolor de la tragedia, sus restos fueron trasladados al cementerio de la recoleta. Fue una ceremonia íntima. Estaba allí un mozo tucumano que hacía muchos años atrás se había acercado a José Roque Pérez para buscar que lo alentara y guiara en la conquista de Buenos Aires. Se acercó al féretro y quiso pronunciar unas palabras. Era un famoso orador político y parlamentario. Pero fue tal su congoja que no pudo decir nada. Era el presidente de la Nación Nicolás Avellaneda.
Fue iniciado masón en la Logia Unión del Plata número 1 (1856) de la que fue su Venerable Maestro (Presidente) al año siguiente. En Paraguay organizó la Logia Unión Paraguaya número 30 (1869).
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