Desiciones que condicionaron nuestro futuro

A fines del 43, el argentino Osmar Alberto Hellmuth, oficial naval retirado y hombre de la inteligencia germana, fue encomendado por el gobierno de Farrell para comprar armamento alemán. Lo curioso es que viajó cuando los ejércitos del Führer ya sufrían duros golpes y todos los gobiernos del sur del Río Bravo se alineaban o al menos sabían del peso del gobierno de Roosevelt, que llevaba dos años en el frente del Pacífico en julio de ese 1943 desembarcaban en Sicilia y empezaban a jugar fuerte en el frente europeo.Hellmuth cruzó el Atlántico y desde Portugal -país neutral infectado de espías- envió un telegrama cifrado desde la embajada argentina para dar cuenta del rumbo de su misión. Nunca llegó a comprar armas alemanas porque la inteligencia británica lo capturó. Fue trasladado a Londres y quedó preso. A mediados del 44, el affaire Hellmuth llevó a que, tanto Inglaterra como Estados Unidos se plantearon aplicar sanciones a la Argentina.También a fines del 43, el GOU impulsó a un grupo de oficiales bolivianos a dar fin al gobierno del general Enrique Peñaranda, claramente alineado con Estados Unidos. El golpe de los militares bolivianos puso furiosos a los encargados de América latina del Departamento de Estado y elaboraron un memorándum sobre “la intervención argentina”.En Brasil, el presidente Getulio Vargas era un hombre de fuerte arraigo popular –llegó a ser llamado “el padre de los pobres”- y eso no le impidió involucrar a su país con una fuerza expedicionaria acoplada a las tropas estadounidenses.Más allá de las antipatías que produjo ese alineamiento “carnal” con Roosevelt, todo indicaba que el general Farrell y los oficiales del GOU confundían “neutralidad” con indeterminación y postergación de decisiones.Comenzaba 1945, todo indicaba que era cuestión de meses la caída de Hitler y Estados Unidos cuidaba su patio trasero.El periodista y politólogo Fabián Bosoer cuenta en Braden o Perón (El Ateneo, 2011) que el periódico The United States News en su primer número de 1945, decía que los Estados Unidos harían un intento de “solucionar el problema argentino” y mencionaba que en 1944 habían hecho una ofensiva para que la Casa Rosada declarara la guerra al Eje. La escalada llegó al embargo del oro argentino depositado en aquel país y a la prohibición de los buques de bandera estadounidense a utilizar puertos argentinos. “Sin embargo, en círculos políticos de Washington -dice Bosoer- se lamentaban de que toda esa presión había sido en vano”.

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